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Reparto de alimentos y también de esperanza

Nora Sandigo reparte alimentos y otros productos a los más vulnerables.

Son las 9 de la mañana de un día cualquiera y Nora Sandigo lleva ya varias horas en pie.

Tiene que organizar cajas de alimentos y otros productos básicos para entregar a decenas de familias en situación de vulnerabilidad. Lleva décadas haciéndolo, pero ahora la necesidad es mucho mayor, así como los riesgos.

Esta mujer menuda, de ojos brillantes y hablar pausado, reconoce que la crisis sanitaria y económica causada por el coronavirus es muy grave y difícil de asimilar, pero no pierde la sonrisa.

Después de más de 30 años comprometida con la comunidad inmigrante en Florida (Estados Unidos), sabe que lo más importante es estar presente, no rendirse, echar una mano.

«Las familias se están quedando sin trabajo, sin comida, no tienen dinero para la gasolina», cuenta.

«Nos aflige no poder estar más cerca de la comunidad, por las medidas de distanciamiento social, pero igual seguimos recolectando alimentos y otros productos de primera necesidad y los repartimos varias veces a la semana».

Nora cuenta con la ayuda de voluntarios que donan su tiempo y alimentos.

Reparto altruista

Nora, “Norita” para quienes mejor la conocen, almacena en su casa en el sur de Miami latas de conserva, cereales, litros de leche, agua, frutas, verduras, pan, huevos y todo lo que el grupo de voluntarios que la ayudan pueden conseguir.

No es fácil.

La demanda de alimentos se ha disparado en un contexto de compras frenéticas por miedo al desabastecimiento. Los precios han subido.

Al mismo tiempo, son menos los voluntarios que pueden acompañarla en cada entrega, por aquello de tener que guardar las distancias.

Y también es más difícil llegar a mucha gente que no tiene cómo desplazarse a los puntos de distribución.

Pero ella encuentra la manera de hacerlo. Organiza sus días en función de lo que tiene: si le faltan productos recorre varios supermercados donde ya la conocen y le hacen buenas ofertas; si tiene suficientes productos, los distribuye en varias cajas, las coloca en el maletero de su furgoneta y emprende camino.

Si tiene tiempo, visita casa por casa a las familias que tienen más problemas de movilidad. Si no lo tiene, convoca a la gente en un punto concreto.

No para, pero tampoco se queja. Al contrario, se muestra muy agradecida.

“He visto tanta ternura y tanta solidaridad. Es lo más bonito, poder ayudar a los niños y las familias en este momento tan crítico para todos”, subraya.

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