
Por María Ezquerro*
La maleta estaba lista. Era el 24 de septiembre de 2020, el día que comenzaba una nueva vida para mí, la universidad, el cambio de Logroño a Madrid. Una nueva aventura que no sabía cómo iba a comenzar, a la cual tenía respeto pero por la cual estaba y sigo estando muy emocionada. Lo que no esperaba en esta aventura, o no quería imaginar, era que el 3 de octubre, día en el que cumplía 18 años, iba a encontrarme confinada en el colegio mayor en el cual resido.
Difícil de explicar la sensación que tuve al encontrarme un mensaje de mi nueva amiga y compañera diciéndome que tenía síntomas propios de la covid-19. Era mi cumpleaños y estaba lista para irme a recorrer Madrid, en un día de sol radiante y con una sonrisa que enseguida se borró al verme confinada en una habitación que dudo mucho que supere los 10 metros cuadrados. Habiendo ya en el colegio algún otro positivo por coronavirus, la mejor opción era confinarnos y aceptar esta situación, muy difícil de asumir en un principio.
Los diez días siguientes no iban a ser fáciles. Era el 3 de octubre y el 5 comenzaba la universidad. Pero es en esos momentos en los que te ves sola y con todo en contra, cuando hay que aprovechar y sacar lo mejor de uno mismo, y eso es lo que hice. Planificar una rutina cada día e intentar seguirla fue lo que me mantuvo activa y positiva esos días. Seguir las clases de manera online, hacer deporte en el espacio que tenía, convertirme en gamer durante unas horas… fueron algunas de las cosas que hicieron que aquellos días fueran un poco menos tediosos.

Una cosa algo más especial era hablar a través de la puerta con los compañeros. Ayudaban a subirnos las bandejas de comida a la habitación y, ya de paso, aprovechábamos para hablar y planificar las muchas cosas que íbamos a hacer al salir. Tanto yo, como las otras dos compañeras confinadas, estuvimos muy bien atendidas por unos compañeros que ya se han convertido en familia y nos ayudaron en todo lo que pudieron.
Una vez que mi amiga se realizó la prueba y dio positivo por coronavirus, fue el momento de esperar que me llamaran a mí también, pero ese momento nunca llegó. Me he quedado con las ganas de saber si durante esos días estuve contagiada o no, duda que todavía confío en resolver en breve si finalmente me atienden en el centro de salud.
Puede que este confinamiento no haya venido en el mejor momento y con unas circunstancias que lo han hecho aún más difícil. Pero, pese a todo, puedo decir muy orgullosa que me he superado a mí misma y todos los obstáculos que han ido viniendo. Con 18 años acabo de vivir una experiencia que me ha enseñado muchas cosas, entre ellas a creer en uno mismo y, lo más importante, a empatizar, que hoy hace más falta que nunca.
*María Ezquerro estudia primer año de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
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